jueves, 9 de noviembre de 2017

Cosas de niñez (Apéndice de la Casa Grande)


Recordando cuando fui niño me llegaron mil imágenes de cuando la vida fue divertida, sencilla y emocionante, no había violencia, no había corrupción, no había tecnología que me robara mi niñez e ingenuidad, todo era una fantasía, lo sé porque mi mundo era el que vivía adentro de mí, en mi mundo inventaba los juegos que deseaba jugar, mis juguetes no eran sofisticados solo eran cajitas de fósforos, carritos de plástico pocos, muy pocos, poquísimos. 

Mis viajes diarios eran al mercado de la mano de mi madre quien solo llevaba en su monedero unos cinco billetes o menos, sí menos, eran centavos y para el día era suficientes, para una familia de siete integrantes. Mientras caminábamos por las aceras, yo corría y mi madre gritaba que estuviera quieto, me quedaba por unos segundos quieto, pero tenía tanta energía que de inmediato de nuevo corría por la circunferencia de mi madre. 

Ella muy nerviosa, pues cada varios minutos pasaba por la enorme calle un autobús o algún auto particular o alguna carreta halada por algún burro y lo digo en el buen sentido de la palabra, bueno podría ser un caballo también. Mientras avanzábamos en mi mente mil aventuras, me veía vestido de algún super héroe o de algún vaquero o de otra fantasía que vivían adentro de mí. 

La vida no tenía ni principio ni fin, el tiempo no existía, no sabía que día era, ni que mes, mucho menos que año sería aquel, no me interesaban las trivialidades, era tan así, que cuando llegaba el día de mi cumpleaños me lo recordaban, diciendo esta semana será tu cumpleaños y este será tu estreno, claro que para mí nunca hubo uno, lo sé, pues mis amigos lo repetían toda esa semana y esperábamos a que llegara el día prometido. 

Pues ese día habría una magdalena hecha por mamá y éso de piñatas, no lo supe hasta cuando fui mayor; bueno, ¿cuando un niño pobre tuvo o tendrá una piñata?, recuerdo que los días no tenían horas, ni minutos, ni segundos, cuando sentía me llegaba la luz del día, porque me despertaba y saltaba de la cama para ir a los patios, los cuales eran enormes y en ellos, el juego que no terminé el día anterior, seguía con mis aventuras, eran simples pero emocionantes, jugaba solo.

Un día sin querer descubrí que al otro lado de la pared del fondo vivía otro niño de mi edad y solo escuchando su voz nos hicimos amigos, jugábamos sin vernos, así jugamos por largo tiempo, hasta que un día, uno de los dos descubrió que la pared tenía un agujero y entonces se encontraron dos curiosos ojos, aquello fue un grandioso descubrimiento y un memorable día.

Por fin los amigos se conocían, por lo menos de que color eran sus ojos, mi mamá un día que nos escuchó, salió a la calle y se dirigió con rumbo a la vecindad, habló con la madre de mi amigo secreto y se contaron lo que nos pasaba, así que también se hicieron amigas y entonces nos presentaron y ese día por fin pudimos jugar juntos.

Prestarnos los juguetes que ambos teníamos y aunque eran las mismas baratijas, para mí los de él y para él los míos, eran los más lindos juguetes que nunca antes vimos, fue tanta nuestra emoción que nos prestamos nuestros juguetes y esa noche nada nos hacía dormir. 

En mi casa a penas una radio y yo escuchando las canciones que les gustaba a mis hermanos mayores o a mis padres, las canciones que hasta el día de hoy las amo y me gusta escuchar, pues las porquerías de hoy día para mí no tienen sentido. 

Un día que visité la casa de mi amigo, pues este era quien a mi casa venía, descubrí que existía una radio enorme y que además de escuchar las canciones podía ver a quienes las cantaban, era la televisión, mi amigo me decía; ven vamos a jugar, pero yo permanecía parado enfrente de ese extraño aparato y lo veía por detrás para ver si no estaban ahí los que en la pantalla veía.

Una vez, sin permiso entre en el cuarto de atrás, el que daba justo a la parte trasera del aparato, creído que allí encontraría a los que veía sobre la pantalla, ¿no era linda la inocencia de aquella época? 

Mientras mi amigo me tuvo que tener paciencia, esperar a que me pasara la conmoción y la emoción de la televisión, hasta los anuncios eran lindos para mí, desde ese día mi amiguito nunca regresó a mi casa, yo era quien llegaba a la suya, pero era por la novedad de tan peculiar invento. 

Hasta que un día regresé a casa y vi a mis hermanos trepados en el techo colocando una rara cosa, entré a la casa para preguntar a mi madre que hacían ellos sobre el tejado, pero cuando pasé por la sala, me tope con la caja de imágenes, ahora yo tenía mi propio televisor, que alegría, así fue la vida, así era la vida. 

Cuando sentía, llegaban los ricos días de fríos, esa era una sensación sin igual, además era la señal de que la temporada más linda del año estaba ya con nosotros, sí, la navidad había llegado y ese mes era espectacular, íbamos a ver vitrinas y a soñar con las novedades en cuanto a juguetes, pero solo a eso, a soñar, a ver nada más.

¡Quiero este, no mejor este, y este, y este otro, creo que moriré de la emoción!, pero lo que siempre desee y no la tuve hasta que tuve mi propia casa y mi familia, fue una bicicleta, lo que un día me causó casi un infarto, fue un triciclo, mi primer vehículo, el cual, tarde como varias semanas para lograr conducirlo, jajajaja.

Esta es parte de las cosas de una infancia diferente a la de ahora, una que me acompañará hasta el último día de vida, que alegría, de haber sabido que solo era una etapa de mi vida la habría vivido mucho más al límite y al decir al límite me refiero a cosas que no hice, como meterme a una piscina de maíz, jajaja. 

Mis tíos tenían una pila en donde metían la cosecha del año y ahí nadaban mis primos, o subirme a aquel caballo que me intimidó, o no poder salir de la casa porque otro tío nos llegó a visitar y llevó una gallina, en mi vida las había visto, creo que hasta me enferme por tener a horrible y mortal bestia en el patio.

Que un día mi madre la tuvo que matar antes de tiempo, ese día comí el mejor caldo de gallina que hasta hoy recuerdo, cosas como estas fueron las que me perdí de vivir al máximo, al límite, parecen una tontería si las comparamos con las cosas temerarias que hacen los niños de esta época, cosas como hasta matar a una persona por permanecer a una pandilla, pero esta solo es una reseña para no echar a perder mi lindo relato, pero es la realidad. 

Recuerdo que un día en casa de Roly, mi amguito de la vecindad, llegué y una de las hermanas estaba como loca dando de brincos yo la vi asombrado, más tarde supe que ella bailaba y era la nueva ola, la nueva onda, era el rock and roll, era ridículo, claro no tanto como las restregadas de culo que las chicas le dan al novio en la ingle, pero bueno, escuché de donde salía todo aquel escandalo y era otro armatoste tan grande como la televisión pero sin pantalla, se trataba de una radiola, o sea un equipo de sonido hoy día, de apenas unos 5 wats de potencia pero aquello era un escándalo, me imagino un equipo de hoy día de hasta mil watts pmpo, jajajaja. 
Seguro habría llegado la policía para evitar el escándalo. 

Bueno, regresando a la radiola, me acerqué hasta ella y era algo novedoso y hermoso, vaya que sonaba que tape mis oídos, podría sufrir de sordera por el resto de mi vida por tanto escándalo, pero por tonto que parezca lo que me atrajo como insecto fue una lucecita roja, que por el medio del aparato alumbraba. 

Me agaché y mi ojo lo tope contra él, lo que ahí vi fue un maravilloso nuevo mundo, claro que todo lo que creí ver no fue más que la maravilla de mi imaginación, ahí pasé horas y horas solo  viendo e imaginando y si les cuento lo que vi, no me lo creerían (en otra oportunidad se los contaré). Creo que ya por mis venas corría mi interés por la tecnología electrónica, que años después de esto me graduaría. 

Bueno, hay mucho por contar, pero esta narración la continuaré en otra oportunidad o en detalle, en mi libro: "La Casa Grande. Las Aventuras de Lalito". 

Es solo que hoy me recordé de cuando fui joven, pero muy joven, que me regresé a los años que dan inicio a la vida, a los tres años, pero los mejores son los de los cinco sin duda.







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