lunes, 6 de noviembre de 2017

Una noche para nunca olvidar


Mi publicación número 365, ya completé el año, un promedio de una historia por día. Podría irme de vacaciones... Pero, ya me conocen y saben bien que no lo haré. 



Una noche fría de una tarde lluviosa, una tarde de tormentas y centellas, hacía mucho frío, yo encerrado en mi cuarto como león enjaulado con las ganas de salir de cacería, con hambre de carne nueva, esa noche no era para subir a visitar a quien también esperaba, pero como leona hambrienta y ansiosa; el teléfono sonaba insistente y yo sabía quien era, por eso no respondía al timbrado insistente, pero mi hermana si lo hizo y desde el cuarto escuché cuando ella dijo.

_Ahora te lo comunico.

Llegó hasta la puerta de mi habitación y dio dos toques fuertes y después dijo.

_Oye, te llaman, no te hagas el loco que bien sabías que es para ti.
_Ya atiendo, gracias linda.

Levanté el auricular y efectivamente era ella, la leona desesperada, yo bostecé y con hueva dije.

_Hola mi amor, ¿qué frío hace no? creo que hoy no saldré, mejor nos vemos mañana ¿te parece?
_Esta bien -dijo desilusionada-, ¿entonces hablemos un rato?

Y así fue, hablamos como una hora, hasta que mi linda hermanita me hizo ver la hora que era y que deseaba hacer una llamada.

_Oye atarantado el teléfono se inventó para acortar distancias, no para alargar las platicas.
_¿Oíste?, es mi hermana que necesita el teléfono. Hasta mañana amor (Besos).

Mi hermana se adueñó del teléfono, haciendo caso omiso a su frase de acortar distancias y alargar charlas, pero a mí me valió madre, después de unos quince minutos pensé.
_¿Estarán en la esquina los majes? No sería de extrañar, pues ni el frío, ni el viento, ni la lluvia detenía jamás a los vagos de mis amigos; me abrigué bien y me dirigí a la puerta, giré la perilla y...

_¿Vas a salir con este tiempo? Era mi protectora madre.
_Solo iré a la esquina para verificar si están los muchachos allí.
_No creo que estén hoy allí, pues, hace un tiempo horrible. Dijo mi madrecita, a pesar de que el cielo estaba despejado, justo como suele suceder después de una tormenta como la de toda la tarde.

_Ya vuelvo madre, no te preocupes que voy hasta con la pijama por debajo, jejeje.

Así que con la venia de mi madrecita linda salí, el cielo era un paisaje hermoso, luna, estrellas, nubes blancas por increíble que parezca, pero así era, la noche era inmejorable, eso sí, las calles aún llenas de agua, charcos y todo lo consecuente a una tarde lluviosa.
Llegué a la esquina y en esta nada, ni nadie, aquello estaba desolado, observé para calle arriba y nada, calle abajo y tampoco, nada, mi lugar era un lugar desértico, algo extraño, pues en otras veces más de alguna alma había esperando a alguien en la esquina y el árbol de don Mario (hoy que escribo esto, caigo en cuenta que nunca estuvo esa esquina vacía, pues esta noche estaba yo, por tanto no estaba como dije, jejeje). 

Esperé un buen rato ahí, pero nadie llegó y eso que no era tarde, serían si mucho las nueve de la noche, de mi boca salía un vaho como si fumara, cosa que nunca hice, me frotaba las manos y me preguntaba; ¿qué hago aquí?, me voy a enfermar y vaya si yo era barato para las gripes y de las buenas. 

_Bueno -dije-, huevones, miedosos, nadie salió hoy.

Y cuando me dispuse a regresar a mi hogar, algo llamó mi atención, sí, justo calle arriba, por allí, venía alguien, me detuve para observar quien podía ser, de pronto y era uno de mis amigos de otros sectores que buscaban alguna alma aventurera al igual que yo, pero mientras más avanzaba la silueta que distinguí a lo lejos iba tomando forma y que forma, wao! se me eriza la piel solo de recordarlo, era la silueta de una chica, pero ¿quién era?, nunca la había visto en mi vida, me refiero en lo que llevaba viviendo aquí y claro, después de dejar de ser un culicagado, bueno si lo era aún, pues no tenía mi mayoría de edad. 

La seguí con mi vista, la cual no creía lo que veía. Recuerdo que venía con un jeans azul pálido, casi celeste, muy ceñido, las mangas del jeans entraban en sus botas de cuero, pues, la chica se veía que vestía fino, eran de color café, como cincho, una especie de pañuelo atado al frente, de color lila, una blusa que según recuerdo era como blanca, pero como en la noche hasta los gatos pardos son negros, no lo puedo asegurar, precisamente porque de ellos se veían unos senos grandes, pero sin exagerar, se les veía una caída impresionante, seguro tenían un peso exacto para su tamaño, sobresalían de la blusa sus pezones erguidos por el frío y sobre esa blusa también ceñida una especie de lo que sería una toretita de color café también; su cabellera lacia de color acaramelado que sobrepasaba los hombros, se le veía mojado como su playera que diré incolora pues, no me recuerdo más que sus sus hermosos senos, jejeje, seguía avanzando a paso acelerado con rumbo calle abajo, yo que no le quitaba la vista de encima, que creo que lo sintió, pero me ignoró, lo haría por el frío de la noche y lo mojada que venía, es cierto, recuerdo que sobre su jeans se veían manchas de agua. 

En ese mágico momento me alegre tanto de que nadie saliera esa noche. Entonces se acercó por el otro lado de la calle, o sea, la acera contraria y mientras avanzaba mi corazón latía desbocado, una especie de escalofríos me entró en el cuerpo, aquello era un milagro divino, yo en la calle vacía y en ella, además de mi persona un ángel que la lluvia trajo por la noche, seguro el agua le dañó sus alas blancas y estas estaban secándose en algún lugar y mientras ella caminaba con destino hacia el mismo cielo y yo, un simple mortal observándola, eso era un milagro, era mágico, pues, cómo no, ¿qué me sacó de mi casa en una noche como esta?, ¿por qué no había una sola alma en todo el lugar?, solo ella y yo. 

Ahora pasaba justo frente a mí, por unos breves segundos las ramas del árbol de don Mario la cubrieron y evitaron que la viera, yo creí que ya no aparecería, pero sí, ella sin voltear a verme siguió su caminar, me llegó el momento incomodo, ¿qué hago?, Dios mío ilumíname ¿qué debo hacer? Mientras decidía qué hacer subí las gradas pues, había un desnivel entre las dos vías, yo me encontraba en la de abajo, ¿no era extraño?, porque era como estar viendo al cielo, ella no se detenía y yo engarrotado, fue cuando sin pensarlo subí las gradas e inicié mi persecución, yo aceleré el paso pues, de no hacerlo se me escaparía, mientras ella avanzaba enfrente de mí como a unos cinco o diez pasos si mucho. 

Me voy encontrando con esa imagen que se quemó en mis retinas y que se grabó para siempre en mi cabeza, créanme ahora la veo y mi piel se enchina, era como ver una revista de caballeros, solo que la chica estaba vestida, como que fuere una Conejita, aunque para mí siempre será mejor que todas ellas juntas, lo que mis ojos veían era increíble, era perfecto, las medidas que mujer pudo haber deseado en toda la historia de la humanidad, pero ese era el problema, la chica era tan perfecta que yo con mi corta experiencia no sabía qué hacer, ¿cómo abordarla? -ahora que lo pienso, solo un simple hola habría bastado-. 

Ella caminaba como si escapara de algo o alguien, yo por detrás de ella disfrutando de su incomparable y bella figura, ella sabía que alguien iba por detrás de ella, quizá tuvo miedo, o esperaba a ser abordada, eso no lo sabré nunca, pues, era una mujer tan perfecta, tan bella que el miedo me invadió y solo me conformé con verla caminar enfrente de mí -ahora me arrepiento con todas mis fuerzas-. Seguí detrás de ella y la calle seguía como la encontré, vacía, sin nadie que pudiera atestiguar lo que mis ojos veían. Yo como todo un idiota, me dije: 

_La noche esta muy fría y ella va mojada, seguro no querrá hablar con nadie, pero mañana cuando la vea le hablaré.

Cobarde excusa de alguien que se muere del miedo, y es que la belleza a veces te amedrenta, y eso fue lo que me pasó, después, de para mí unos segundos de mi vida que para ella y para el resto del planeta fueron tal vez alrededor de unos quince minutos, para mí fueron quince segundos, que justa verdad la de Einstein cuando dijo que el tiempo era relativo. Cuando caí en cuenta ella había llegado a su casa, se detuvo para abrir la puerta que era la del jardín, yo me detuve a unos pocos metros de ella y solo la seguí observando, desde el punto de vista que la viera era una imagen bella. 

Ella cuando abrió y entró, ya detrás de la puerta, quizá se sintió segura y me vio parado a una distancia en donde seguro me vio, ¿qué pensó?, vaya desgracia, miseria de incertidumbre, nunca lo supe, lo que si vi y fue gracias a la luna y a qué justo por encima de ella había un foco del alumbrado eléctrico, fueron sus enormes ojos, oscuros, o enmielados, quizá, su tez blanca y bronceada, su rostro perfecto, sus pestañas apuntando hacia el cielo, largas y tupidas, sé que fue un segundo o algo parecido, pero eso basto para ver cada detalle del rostro de ella, creo que hasta se le dibujó una extraña sonrisa a lo Mona Lisa, lo digo, no para ser comparada con una obra de arte, sino por que eso creí ver.

Luego ella siguió hasta la puerta de la entrada principal a su casa, y yo quedé ahí, parado hasta casi media noche o un poco más, esperando que apareciera en alguna de las ventanas del segundo piso, pero no, nada, todas las ventanas de las casas estaban ya oscuras, seguro todos enchamarrados, empiernados y yo como tonto con mi recuerdo parado en el mismo lugar.

A la mañana siguiente, muy temprano, como a eso de las diez me desperté, y de golpe me llegaron las imágenes de ella a mi mente, me levanté como rayo, me bañé y saludé a mi familia, con aquella alegría que quizá no se me veía quien sabe desde cuando, desayunamos, todos platicando y yo pensando, deseando otra oportunidad como la de la noche anterior; me decía; ¿les cuento a todos lo de anoche?, no, mejor no, mejor espero a conocerla y una vez ya conectada se las presento, sí, eso haré.

Recuerdo que ese día salí desde esa hora y bajé al mismo lugar, allí estuve, hasta que me entró el hambre y regresé a mi hogar, almorzamos en familia y mientras platicaban yo seguía pensando en ella, una vez terminado el almuerzo, salí y me dirigí al mismo lugar y nada, yo deseaba que llegara la noche y veía mi reloj y veía a la casa, se oscureció y yo me emocioné, apareció de nuevo la luna, y las estrellas, las nubes blancas, yo las veía y me repetía; vaya otra noche como la de anoche, esto es buena señal, veía con insistencia la hora; por fin la segundera llego al número doce y me dije; es justo la hora de ayer. Otra noche que estuve hasta como la una de la madrugada y nada, no apareció, así pasaron los días y nunca más convergimos, jamás la vi de nuevo. 
Entonces una noche que estaban todos mis amigos, justo por abajo y por encima del árbol de don Mario, les dije.

_Muchachos, les voy a contar lo que pasó aquel día de tormenta de toda la tarde, ¿sí la recuerdan?

Y les conté, lo que les acabo de relatar, todos con las pepitas bien abiertas, imaginando mi visión, cuando terminé, todos me sacaron la madre y que era un mula y demás adjetivos bien merecidos; luego me obligaron a que los llevara a la casa de esa visión, se las mostré y todos convergieron en que nunca antes conocieron a nadie con esas señales, hubo unos que dijeron conocer a quienes vivían allí, pero que de ella, ni pelos ni señales. 
Con la palomilla estuvimos haciendo guardia por un par de meses o algo así y no, nada.

Como ven, no todas mis historias tienen un final feliz, parecerá extraña también, pero es real, tal vez, la chica, solo estuvo un tiempo en esa casa, ya saben, alguien que llega por unos días, o de vacaciones, o yo que sé, y al día siguiente a nuestro  mágico encuentro ella se regresó a su verdadera casa, es la única explicación lógica que encuentro. 

Pero de que no me perdono el no haberle hablado, eso nunca, jamas me lo he perdonado y no lo haré, pero claro, esto solo le sucede: A un Adolescente Tímido. 

De esta historia nace el nombre de mis libros que llevan por nombre: "Historias de un adolescente Tímido"




Tomado del libro: "Historias de un Adolescente Tímido 3" por Sergio Raga



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