lunes, 18 de diciembre de 2017

Cosas de vampiros


El sol alumbraba las cimas de las montañas mientras por detrás de ellas se alejaba con su ahora tenue luz, por las laderas de las mismas se hacían presente los vientos que traían los fríos nocturnos, también acechaba la oscuridad a los poblados aledaños, los cuales eran celosamente custodiados por una cordillera que abrazaba a uno de estos poblados, las pequeñas casas de tejados colorados por los cuales se asomaban las luces de los candelabros, las que se apreciaban mucho mejor por las estrechas ventanas enrejadas con metal para evitar que intrusos entraran durante las largas noches; muchos de los pobladores cerraban las puertas de madera y al hacerlo se develaban las coronas de ajos, protectoras de dichas casas, según las costumbres de los antepasados de la región; sobre las cabeceras de los camastrones colgando de un enorme clavo que hería a las paredes de adobe y atada a un cordón, enormes crucifijos que velarían por la paz de los sueños de los vecinos. El rechinar de las oxidadas y ennegrecidas bisagras carentes por años de mantenimiento indicaban que los hogares estarían cerrados para cualquiera que no fuera parte de la familia por varias horas. 

En sustitución al astro rey aparecía una coqueta luna para esta especial noche, una rozagante luna llena, la que resplandecía por entre las enormes piletas llenas del vital líquido, esta noche era una luna tan resplandeciente que sus rayos lumínicos eran capaces de reflejarse sobre las hojas de la arboledas que se mecía ante los vientos que llegaban de las faldas de las anteriormente mencionadas montañas.

En un lugar apartado de este pueblito, se erguía una construcción cuasi en ruinas, pero que aún causaba desasosiego ante la población, y es qué, se contaban tantas historias de terror de ese lugar; un castillo de color negro, que más bien parecía la sombra de algún medieval castillo europeo, en el inmueble medieval, el cual se creía estaba deshabitado y abandonado por siglos, había esta noche señales de vida. 

Sin embargo, tal vez no era del todo cierto, pues ahora que la noche habría avanzado en el tiempo, se escuchó algo parecido al aletear de un ser volador, quien pareciera despertaba de un aletargado sueño de semanas. El personaje misterioso se movilizó ágilmente entre las habitaciones, hasta llegar a una enorme habitación que en algún momento pudo ser un salón en donde se atendía a las visitas, lugar en donde se llevarían a cabo centenares de lujosas fiestas, hasta que pasó a ser lo que  ahora era. 
El extraño individuo se paseó con majestuosidad y con garbo entre las cosas viejas que aún lograban prevalecer al inclemente tiempo y se detuvo justo frente a un enorme espejo, el cual fue la delicia de docenas de damas que pudieron en su época haber lucido sus bellos atributos femeninos previo a un baile de gala y durante este; al ver al enorme espejo que era dueño de la enorme pared que daba justo al sur del castillo se detuvo, pero al no verse reflejado entre los mínimos destellos de lo que quedaba del espejo se acercó y al estar completamente cerca de él posó para apreciarse, pero por más que se movió para un lado y para el otro, de frente y por detrás, el espejo no podía reflejar la imagen de este quien fingía arreglar su indumentaria. Sonrió para lograr sentir sus afilados colmillos, los cuales ya estaban a un determinado tamaño, tamaño que diría quien los poseía eran indicados para efectuar lo que todos sus antecesores habían hecho en una noche como esta después de pasar días en inanición total; este estiró sus extremidades y sintió que sus glándulas le exigían ser satisfechas con lo que más le gustaba, los mejores manjares diseñados por una despiadada naturaleza para esta clase de depredadores, los cuales se alimentaban de la sangre humana y que al hacerlo no se conformaban con saciar su insaciable sed que siempre querían más y más, dejando a su paso las secuelas dignas de su despreciable raza heredada por siglos.

-Bueno llegó la hora-. Pensó y dando una vuelta sensacional tomó vuelo y altura, abatiendo las alas de la contaminación, del sonido nocturno, en busca de las victimas que le saciarían su feroz apetito por las células rojas, el plasma y los glóbulos blancos, entre otras cosas que de solo imaginarlo le permitían abatir a una mayor velocidad sus alas que lo conducían hasta el no tan lejano pueblo, del cual su población para esta hora, media noche, pues era lo que indicaba el enorme y antiguo reloj que estaba en la misma sala que recién abandonaba, estarían profundamente dormidos; con cada campanazo, este tomaba más altura y velocidad con rumbo al encuentro de quienes serían esta noche sus victimas.

-Allá está-. De nuevo pensó, refiriéndose al pequeño y desprotegido pueblo, y esto lo emocionó, recién sonaba el último campanazo y fue justo con él cuando entró por el lado norte del pueblito, la oscuridad era su mejor camuflaje, quien podría verlo venir, ni los animales que un día fueron su fuente de alimento lo sintieron, ni vieron llegar, era un ser casi invisible, este personaje podía hacer lo que deseaba esta noche. 

Ya adentrado en el pueblo, buscando algún descuido de un parroquiano, muy sigilosamente y pacientemente observó por ventanas y puertas de las pequeñas casas en el pueblo, mientras avanzaba le ganaba la emoción y en su maquiavélico y terrorífico rostro se dibujaba una sonrisa de satisfacción, una que nadie podría contar que logró ver, pues, para entonces sería demasiado tarde. Pacientemente zigzagueaba acechando puertas y ventanas.

-Por fin una-. Dijo. 

Así era, alguien olvidó cerrar una de las ventanas de su humilde morada y por ella entró, como el cruel y macabro delincuente que era aprovechó el descuido y lento, muy lento, entró en el aposento de alguien, al cual la vida le cambiaría esta linda noche de luna llena, junto a ella, otra causante de aquel apetito eran los fríos que lo despertaran de su largo sueño a este monstruoso ser, como si no bastara con la oscuridad y el calor de otras noches, las cuales también eran propicias para hacer de las suyas, pues a causa de estos infernales calores, muchos de los habitantes del lugar se aventuraban a dejar más de una ventana abierta, especialmente las que daban a las recámaras. 

Este entró en la casa y la observó detenidamente, mientras lo hizo su rostro denotaba el desagrado por lo impecable y limpio que aun a pesar de ser tan humilde hogar en contra de su castillo ennegrecido por el tiempo, estas personas así tenían su hogar, muy limpio; pasó con rumbo al siguiente cuarto y al hacerlo observó un pequeño espejo, el cual, le llamó la atención, pues deseaba con ansias lograr ser reflejado por ellos, pero esto era casi imposible, tal vez no del todo, pero sí como él desearía. 
Se encontró con dos habitaciones, de las cuales se escuchaban los sonido característicos de que los que estaban en ellos dormían placida y profundamente, pero, como era su costumbre, la de él y la de sus antepasados, se posó o recostó en una de las paredes cercanas a la cama y por minutos, largos minutos, solo observó a las posibles victimas, él lograba ver el espectro calorífico que se reflejaba sobre la piel de los que dormían plácidamente sin siquiera imaginar que el malvado monstruo estaba precisamente allí, acechando contra ellos, como quien dice; durmiendo con el enemigo. 
Vaya que se deleitaba al ver sus sagrados alimentos tan indefensos y a su merced, a su completa disponibilidad, los observaba con ansias, con hambre de clavar sobre tan delicada y suave piel sus colmillos afilados por semanas y que para esta noche habían llegado al tamaño idóneo para el efecto. Después de varios minutos solo observando y cuando se disponía a abalanzarse contra el cuerpo de una de sus victimas para esta noche, escuchó que en la habitación de al lado alguien se quejaba, seguramente victima de una horrible pesadilla. Este pensó.

-Demonios, este va a despertar al resto de miembros de la familia, debo silenciarlo antes de que todos se despierten-. 

Se despegó de la pared en donde estuvo un buen rato solamente observando, y salió con rumbo hacía donde se encontraba uno de los hijos de la pareja que estuvo siendo observada hasta ahora, quejándose por una pesadilla, se trataba de la niña, quien sudaba a mares, victima justamente de una horrenda pesadilla; entró y los vio, al hacerlo, se frotó las manos, pues, qué mejor que sangre pura y nueva, piel mucho más suave para sucumbir a sus afilados colmillos, los cuales luego usaría con los mayores de este hogar y quien sabe, mucho después, antes de que amanezca, encontrar otras victimas más, para regresar a las ruinas del castillo, lugar donde residía.

-Condenada niña, tu hora te ha llegado-. Dijo de una manera macabra, lo cual resonó en toda la habitación y se dirigió con mucha hambre contra su víctima, quien seguía agitadamente produciendo sonidos que estremecerían al más valiente sin lograr despertarse, cómo epilogo de lo que le estaba a punto de suceder, cómo si su subconsciente le estuviera adelantando el horripilante futuro y final que a la chica le esperaba; mientras la niña casi convulsionaba debido a su pesadilla, este se acercaba a ella ya con las fauces abiertas dejando al descubierto sus afilados colmillos, los cuales muy pronto romperían la dermis y la epidermis del cuello de la niña, sacándola de la actual situación, que no era más que una mala pasada de su mente por algo que comió demasiado tarde y que por mala suerte pasaría a ser la primera de sus víctimas de esa noche. Este elevó su cabeza para efectuar su zarpazo, tal cual carnicero depredador que era.

Pero cuando venía con rumbo hacia el cuello de la niña, una luz se acercaba por el corredor, se trataba de la madre de la niña quien por fin había escuchado los quejidos lamentables de la pequeña, entró con vela en mano, y en ese instante la madre observó al depredador colocando sus mortales armas sobre el cuello de la niña y entonces la desesperada madre abalanzándose valientemente contra el cuerpo de su hija y de su victimario gritando.

-¡¡Nooooo!! 

El grito fue tan desgarrador que su marido se despertó de golpe y aturdido se preguntaba; qué sucedía, en dónde se encontraba su señora esposa, por qué los quejidos de su pequeña, por qué su esposa había gritado tan aterradoramente; este saltó de su cama y corrió con rumbo a la recamara de sus amados niños. Cuando este entró, lo que vio lo aterró, por una de las pequeñas camas. su hijo aun dormía sin darse cuenta de lo sucedido, por el otro lado, su hija en brazos de su madre, con su pecho aun agitándose por el horror y el temor, la madre mantenía a la niña entre sus brazos, pero por entre sus manos se notaba algo rojizo, algo como sangre.

-¿Qué ha sucedido mi amor, por qué tienes las manos manchadas?

La mujer sin poder lograr decir nada, muy lentamente empieza a abrir las manos y en una de ellas, en medio de su palma, el rojo de la sangre.

-¡Dios mío, ya dio inicio la pestilencias esa!
-¡Sí! Dijo la mujer atemorizada, pues, aquello era señal de que algo muy malo se avecinaba.

El esposo se acercó hasta donde se encontraba su esposa e hija, con su pañuelo entre sus manos y en el rostro el desagrado, él limpió al zancudo aplastado por la madre justo cuando este iba a morder a su niña.

Después la niña contaba a la madre su pesadilla y lo que la niña relató; fue justo lo que acabo de contar.



                          El Fin




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