jueves, 11 de enero de 2018

¿Quién es ese Hombre?


Cuando llegue al hospital serían las cuatro de la madrugada y la fila de pacientes ya era una como si estuvieran regalando dinero, como todo ciudadano que no tiene para asistir a una clínica particular hice mi cola, hacía frío, abroché mi chaqueta y me recosté sobre la pared y cerré mis ojos, no pretendía quedar dormido pero era tan temprano y con tanto frío que sin darme cuenta me quede un buen tiempo dormido, al igual que yo otros lo hicieron también. Cuando me vine a dar cuenta el sol ya alumbraba y calentaba en algo el lugar en donde hacíamos la fila. Un oficial de seguridad del nosocomio abrió las rejas que dan hacía la consulta externa, todos sentimos un alivio pues, por fin entraríamos a nuestra cita médica, de la puerta principal salió una señorita uniformada e inició su caminata diaria contando a los que estábamos esperando ser atendidos.

_... 99 y 100. Hasta aquí atenderemos el día de hoy, ya el día de ayer me llamaron la atención por dejar entrar 150, así que a los que elegí en orden empezarán a entrar. 

Dijo la uniformada mal encarada y le dio la seña al de seguridad para que dejara entrar a los pacientes, algunos de los que quedamos fuera del centenar elegido por la señorita conformes empezaron a retirarse junto a ellos, yo.

_Disculpe señorita... 

Dijo un parroquiano, a lo que la señorita sin darle la cara y en tono molesto y prepotente respondió. 

_Madrugue señor y deje de chingar.

La señorita malhumorada siguió caminando al lado de quien llevaría el número 100, 

_Solo una simple consulta señorita, perdone la molestia.

Dijo la misma persona humildemente, pero esta no estaba dispuesta a responder nada, su actitud seguía siendo la misma abusiva y prepotente.

_Deje de joder, ya le dije que madrugue hombre, gente tan ignorante que no entiende.

Para ahora ya nadie quedaba por detrás del número 100.

_Señora...
_Que chinga ya le dije que madrugue ¿no entiende?

Dijo la señorita esta vez dando la cara, frente a ella un hombre alto, fornido, vestía de negro, con una gabardina que le llegaba cerca de las rodillas, una bufanda por el frío de la madrugada y un sombrero utilizado en la década de los cincuenta también de color negro, por uno de los lados una pequeña pluma de color rojo, rojo como la sangre la cual era sostenida por una brillante cinta también de color negro, con barba negra que le cubría el rosto y cuando hablaba de su boca expelía humo blanco, muy blanco consecuencia de un cigarrillo que jamás retiró de su boca. La mujer a tan peculiar personaje pregunto de la misma manera que antes.

_¿Qué quiere?, ya le dije que madrugue solo se atenderán a 100 pacientes ya no friegue más.

Este antes de responder tomó con su mano izquierda la cual estaba cubierta con unos guantes de cuero negro.

_Haber Lidia, no le enseñaron de chica buenos modales, yo no soy quien suplicó educadamente que se le escuchara ya quien usted a insultado sin misericordia.
_No me toque abusivo, diga rápido ¿qué diablos quiere?
_No debería de invocar a ese Señor.
_Ya déjese de boberías y diga qué quiere.

El tipo no respondió de inmediato, con disimulo movió su gabardina dejando a la vista de ella un arma de fuego calibre 45, esta conociendo los tiempos actuales sintió que las piernas se le aguadaron y más cuando verificó que en la calle solo estaban ellos dos.

_Ya tengo que irme a trabajar o me llamaran la atención. Dijo ella muy nerviosa.
_No ha entendido ¿verdad? ve las líneas que tiene mi escuadra, son las victimas que me han respondido como usted, han sido altaneras, prepotentes, abusivas, me comprende Lidia. A propósito tiene dos lindos niños y su esposo es un enfermero al igual que usted pero con mucho ángel.
_¿Cómo sabe de mi familia, quién es usted y que quiere?
_¿Quién soy? eso no querrá saberlo, ¿cómo sé de su familia, eso tampoco quiere saberlo o sí?
_La verdad que no. Por favor diga que quiere de mí debo regresar a trabajar.
_Quiero que sea más amable con las personas que vienen a este hospital, ellos vienen enfermos y con la esperanza de ser atendidos, están consientes de que deben madrugar y también tienen derecho a preguntar y usted obligación a responder, ese  es el punto por el cual estamos hoy aquí, usted y yo. 

Dijo el tipo echando humo pues su cigarrillo seguía en sus labios sin terminarse nunca. 

_Lidia, espero y esta experiencia de hoy, desagradable para los dos no se vuelva repetir nuca, ¿entendido?
_Sí, entendido. Tenga buen día, adiós.
_Un momento Lidia, sigue sin entender, ¿no pensará dejarme aquí hablando solo, eso es de personas mal educadas verdad?
_Tiene razón, perdone usted.
_Eso está mejor, puede irse Lidia.

Lidia se fue casi corriendo para adentro del hospital y cuando estuvo en la puerta volteó y el extraño personaje ya no estaba por ningún lado.

_¿Oiga idiota no vió? Dijo Lidia al guardia de seguridad.
_¿No vi qué seño Lidia?
_Al tipo que estaba justo ahí conmigo,
_Usted y sus bromas, si recién entró el paciente 100 y usted venía al lado de él.

Lidia entró al hospital, con mucho miedo llamó por celular a su esposo para preguntar si estaba bien el y los niños. Una vez echo esto comenzó a llamar a los pacientes para ingresar a sus respectivas clínicas.

Ese día fue largo y angustioso para Lidia, por la noche ya en casa no era la misma de siempre, solo sirvió la cena y se fue a dormir, pero no lo consiguió. 

Al día siguiente justo al momento de contar para dejar ingresar a los pacientes, los cien pacientes cuando contó los cien revisó el resto de la enorme fila temiendo encontrarse con el tipo de ayer, sintió alivio cuando observó que nadie tenía un sombrero de la década de los cincuenta, esto la reconfortó, antes de dar el anuncio de que solo dejaría entrar a cien pacientes recorrió toda la fila y observó a cada paciente y cuando vio a alguien que meritaba atención inmediata lo sacaba de la fila e hizo otra paralela a los cien cuantificados y entonces dijo.

_Su atención por favor, solo podemos atender a los seleccionados, el resto por favor madrugue para poder mañana ser atendido, perdón por las molestias pero son órdenes de la dirección. ¿Alguien tien alguna pregunta?

Nadie dijo nada, los que no pudieron  ser atendidos hoy comprendieron las razones de tan amable enfermera. Cuando caminaba con los pacientes para ingresar al hospital...

_Yo tengo una pregunta señorita.

Escuchó Lidia justo sobre su hombro y con cada palabra que escuchó le rodeo todo el rostro una nube de humo muy blanco, ella sintió el aroma de la loción "Siete Machos" Lidia sin voltear dijo.

_¿En que le puedo servir señor?
_Nada en particular, solo deseaba felicitarla por ser tan atenta y comprensiva con los enfermos. Estaré atento observando, que tenga un lindo día.

Lidia nunca volteo, ella sabía de quien se trataba y sin emitir comentario alguno caminó hasta la puerta del hospital. Cuando estuvo al lado del guardia de seguridad, este le dijo.

_Señorita Lidia: ¿Quién era ese hombre? 
_¿Lo vió, esta vez si lo vió?
_Si seño Lidia, era un pobre anciano.
_¿Un anciano poly ¿está seguro?
_Afirmativo seño.

Lidia entró al hospital y se dirigió a su estación de enfermeras, y con la cara en duda...

_¿Un anciano?... ¿Quién es ese hombre?

Lidia jamás volvió a ser la misma abusiva y prepotente de antes, sus compañeros de trabajo le apreciaban tanto que meses después el administrador del hospital le entregó una plaqueta y una bonificación económica por ser la más atenta y noble enfermera, ejemplo a seguir por sus compañeros. Pero hasta el día de hoy, Lidia sigue preguntándose. ¿Quién era ese hombre? 



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