miércoles, 21 de febrero de 2018

El Doctor 2


Después de varios segundos decidiendo, se encaminó y al encontrar la entrada al polvoriento camino que conducía hacia el pueblo, abruptamente giró y se dirigió hacia Atescatempa.

La carretera era horrible, la polvareda invitaba a cerrar los vidrios del auto, pero hacer esto era como meterse a un horno y colocar la llave a la máxima temperatura, así que decidió seguir conduciendo con los cristales abajo y tapar sus fosas nasales con el sudado pañuelo que originalmente era de un impecable blanco, las pocas 5 millas, las que se pudo devorar en pocos minutos gracias el potente motor de su Chevy, le fue muy largo, eterno debido a lo maltrecho del angosto y deteriorado camino, uno falto de mantenimiento, pareciera que las autoridades no le daban importancia pues, nadie en el pueblo de Atescatempa tenía automotor, más bien usaban caballos o bueyes para trasportarse y transportar sus mercancías, o también era saludable para los residentes caminar hasta los lugares de sus sembradíos, mientras hacia pericias al volante para evitar las grietas y huecos que el invierno anterior dejó por las crecidas de los ríos, unos que hoy por hoy estaban a medias debido a la anterior sequía, el rostro del personaje iba de un color blanquecino debido al polvo y justo donde incide la nariz y boca se veía la parte más oscura en el pañuelo que le servía de boquilla para filtrar el polvo que entraba a la cabina y no se diga lo que por atrás el auto dejaba, en las curvas debía bajar la velocidad para evitar rayar su auto con algún cerco con alambres de púas, también se encontraba con más de uno de los oriundos de ahí que caminaban en diferentes rumbos o que simplemente echaban la hueva por lo inclemente del sol, estos cuando este pasaba y cuando se acercaba miraban hacia donde escuchaban el sonido, pues, era raro escuchar ese sonido tan poco familiar, el sonido parecido a este era cuando una vez por semana entraba la camioneta Giralda, la cual llevaba el periódico de la semana pasada y algún encargo de la ciudad o del pueblo más cercano y moderno y cuando él pasaba al lado de los parroquianos estos lo saludaban cordialmente como si lo conocieran de mucho tiempo atrás...

_ Salú...

Era la expresión que usaban para saludar al desconocido o fuereño como les decían en Atescatempa a los visitantes o a los que simplemente usaban el camino y el pueblo para seguir hacia otra comunidad.

Después de cuarenta minutos de conducir y muy polvoriento en toda su indumentaria, en su cuerpo sudado por fin entró al pequeño y humilde pueblo, a su entrada había otro rotulo pintado sobre madera vieja que aún se leía sobre el madero.

"Bienvenido a Atescatempa, pueblo de la Pepesca".

_ ¡Maldición, que porquería de pueblo!
Dijo malhumorado el señor que recién llegó, siguió entrándose en el pueblo, este no tenía pavimento, en su lugar una especie de arena de mar que en algún tiempo la erupción del volcán el Chingo que quedaba a pocas millas del lugar lanzó y que aún estaban presentes.

Detuvo el motor del auto, se apeó en el parque del pequeño y pintoresco pueblo, se estiró, pues estaba cansado, muy agotado, se sacudió todo el polvo en sus ropas, lo que no pudo quitar era el polvo que traía pegado a su sudoso cuerpo, nadie se le acercó, solamente era observado con mucha curiosidad, este observó a su alrededor y lo que vio fue mucha arena, la iglesia en un lado, una vieja y descuidada debido a la falta de un sacerdote, pues, para las misas dominicales un cura de un poblado lejano llegaba una vez al mes para efectuar la santa misa, ese día la iglesia se abría y se llenaba, pero el resto del mes cerrada, al lado contrario la municipalidad, adentro de ella la única cárcel, la cual permanecía vacía y la única persona que eventualmente la ocupaba era el borracho del pueblo, entre la iglesia y la municipalidad el parque, en el centro del mismo una especie de quiosco, usado para cualquier actividad social, a un costado del quiosco una enorme ceiba la cual era usada en Semana Santa para colgar a Judas, el único día que la plaza se abarrotaba para escuchar la lectura del testamento dejado por Judas, el cual no era otra cosa más que sacar los trapitos al sol de lo que los vecinos habían hecho durante todo el año, algo jocoso, pero que lo disfrutaban mucho, al lado contrario a la ceiba cinco palmeras se erguían hacia el cielo, nadie sabía como llegaron a ese lugar, pero era un orgullo para la población, pues como se lograron en ese lugar es otro misterio.

Cerró la portezuela del auto, el único en el pueblo y cruzó la calle, se dirigió con rumbo a donde se encontraba unas señora que se encontraba raspando un bloque de hielo para granizadas, el hombre se acercó a donde estaba la señora.

_ Buenas señora, ¿cuánto cuestan las granizadas?
_ Doña Lina.
_ ¿Qué?
_ Es mi nombre.
_ Ah, Ok, ¿cuánto por una granizada doña Lina? Dijo con la sonrisa en sus labios.
_ Cinco len... ¿señor?
_ Deme una por favor, qué calor ¿verdad?

Pero doña Lina no dijo nada solo lo vio directo a la cara, este que era muy inteligente dijo.


_ Ah, sí, claro, perdón soy el Dr. Santos... Santos Torres.
_ Ah un doctorcito. ¿Qué hace por acá? Aquí no necesitamos a un mata sanos. Tenga.
_ Jajaja, Seguro que sí doña Lina. Gracias se ve rico. ¿Me puedo sentar?
_ Claro Dr. siéntese. ¿Para dónde va?
_ No sé, salí de mi casa en el occidente y me hice a la carretera. ¿Sabe doña Lina que me gusta este pueblo, y dice que no tienen médico aquí?
_ No, no lo necesitamos.
_ Doña Lina, ¿me podría indicar donde hay un hotel para darme un baño y descansar mientras decido que hacer? Creo que pasaré la noche aquí.
_ Ay mijo, hotel aquí, ¿está loco?, el que necesita un mata sano es usted.
_ Entonces qué, ¿tendré que dormir en mi auto?
_ Pues eso no estaría bien, permita ver quien le puede dar posada esta noche, mandaré a un patojo a buscar quien le puede ofrecer un cuarto para esta noche.
_ Vos Tino, Perica vení.

Le gritó doña Lina a uno que pasaba con paso lerdo frente a ellos.

_ ¿Perica?... Ya no soy Perica, ahora soy Tordito, ¿qué no sabe doña Lina, y qué, ¿me dará una granizada por el favor?
_ Anda a preguntar quien tiene un cuarto que lo pueda alquilar por esta noche al Dr.
_ Sí, Periquito y cuando regreses te regalo una granizada.
_ Y usted por qué me dice así, me llamo Tino...

Enojado y balbuceando se fue Tino en busca de quien le diera posada al Dr. a penas dio unos pocos pasos y se detuvo, seguro la cólera no le permitió recordar y regresó.  

_ Doña Lina, donde las Salazares hay un cuarto, recuerde que Otto Kenke anda de viaje.
_ Es cierto, anda y les preguntas, les dices que un doctorcito necesita un cuarto, comida y un baño para una noche.
_ Dele su granizada a Peri... Digo a ¿Tino, verdad?
_ Sí, ese es mi nombre. Gracias, ahora regreso.

Tino caminó con su granizada hasta la casa de las Salazares a preguntar por lo solicitado por doña Lina.

Mientras tanto, el doctor Torres, veía el pueblo, pensaba que era el lugar idóneo para quedarse pues, el pueblo carecía de doctor y ahí podría hacerse de unos buenos billetes con un consultorio, hasta se lo imaginaba, la gente haciendo cola para entrar por una consulta médica, además pensaba en vender los medicamentos, además era un pueblo perdido en un rincón del país, el lugar era perfecto...


Continuará...

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